El paraje es de una belleza excepcional, con el arroyo que desemboca en el río Santa Isabel, con el llano que se abre amplio y el Cañón de la Boquilla al fondo, por donde fluye la corriente. Hay un bosquecillo de ribera compuesto por esbeltos sauces, paquetes de jarillas y arbustos propios de lugares húmedos. La floresta está ensanchada en la desembocadura del arroyo y termina en el borde del agua, donde la variedad está enriquecida con los infaltables álamos.
Y atrás está el Cerro de la Mesa, sobresaliendo de todo ello como el accidente geográfico más notable en los alrededores.
Este cerro es bajo y aplanado en su cumbre, y a mediana altura tiene unas cuevas que miran hacia el actual poblado de La Boquilla. En la mayor de estas cuevas existe un rico muestrario de vestigios materiales de las culturas del desierto, que dejaron aquí individuos y grupos que usaron el lugar como campamento, refugio y vivienda. Aún hoy en día, el sitio es sido utilizado por los rancheros de las inmediaciones como un ocasional pesebre.
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